sábado, 5 de septiembre de 2009

SERIE: MI ABUELA Y YO

Hola: Si usted hasta ahorita comienza a leer esta serie de mis aventuras, busque los ultimos tres sabados en este blog, para que no rompa el hilo novelesco.

Mi mamá (mi abuela) era bien visitadora, tenia muchas amistades por su forma de ser; visitábamos a las Benitez en la quinta avenida de Comayaguela; a las Méndez en la segunda avenida, alli vivía un cipote de mi edad llamado Juventino que éramos compañeros en la escuela; en la calle real a doña Delia Zúñiga (parientes de Luis Andrés Zúñiga), esta doña Delia tenia una hija que se llama Socorro “coyo” y la conocían como coca cola en ese barrio donde tambien vivio mi abuela con sus hijos. Íbamos a la casa de una hija suya a quien yo le decía lela, en la subida al picacho quien estaba casada con un Ingeniero de Origen Italiano y quien fue el constructor de los edificios del Instituto Inmaculada Concepción y el San Francisco; alli recuerdo que una niña quedó atorada de su cabeza en un barandal de la segunda planta de esa casa. A lela le encantaba salir a la calle a ver los carros (hasta hoy yo también hago lo mismo hasta los cuento), ella me llevaba al picacho, a su casa y tambien al Toncontin cuando su esposo vivía en Tegucigalpa. De alli no se en que año ellos se fueron a radicar a Italia, Roma despues supe que tenia dos primas mas en aquel país europeo. Que tiempos estos más lindos de mi vida.

Mi abuela era gran celebradora del día de San José el 19 de marzo de cada año, ya nos íbamos temprano a la Iglesia a rezar el Rosario y a llevarle flores al santo; durante la Semana Santa de cada año, allá me llevaba a las procesiones agarrado de la mano porque era bien travieso, le quitaba las flores al señor del santo entierro y se las ponía a la virgen con la cruz en el pecho; había un cargador que se llamaba “choncito” amigo de mi abuela y le ponía las quejas y va el alón de oreja, antes las procesiones eran de larga duración, mas la del santo entierro iniciaba a las 4 de la tarde y entraban a las 11 de la noche; mi abuela llevaba agua y algunas golosinas, nada de comprar en la calle por el polvo. Las ferias de Concepción eran bonitas, había torofuego, y otros entretenimientos que hoy se han perdido.

Le encantaba ir al cementerio ( y a mi tambien ) a coronar a unos tíos enterrados en el Cementerio General, cuando ella buscaba quien le ayudara con el agua y las latas, yo me iba por todas las tumbas viendo algunas rotas que mostraban los restos, otras derruidas y otras recién hechas; me gustaba ir a ver a los Soto, la tumba del Ángel , las de los chinos, y otras que eran bonitas, despues me regresaba y siempre me contaba como había muerto el tío que estaba enterrado alli (ahogado en el vacilon), una niña y la primera esposa del tío de guaimaca.

Como antes no habían teléfonos en las casas, Paco me hacia con dos latas de jugo vacías y una cáñamo pegado de ambas latas un teléfono y bien que se oía, porque estos eran bien largos del cáñamo; tambien Paco me enseño a jugar con el trompo y èl tenia un gigantesco que se lo pasaba por la mano y el cuello y Yaya se preocupaba y le decía – muchacho te vas a sacar un ojo - .
Antes, los lápices de tinta traían una barrita metálica (no plástica como los de hoy) y Paco de las semillas de los aguacates hacia tapones con las barritas metálicas y las soplaba y alli me andaba “chingando” tirándomelas (y dolía), eran como cerbatanas; antes tambien los hilos venían en carretes de madera; entonces el “poeta” tomaba partes de candela, un hule de los negros y una palilla de paleta y con el carrete fabricaba un carrito y caminaba lento; otras veces con Paco íbamos al otro lado de la Escuela Argentina (pata de gallina) a comprar pastelitos de chucho (pero de los de verdad); que tiempo mas precioso el que conviví con este primo fregon.

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