Tomado de Publicacion en Hotmail.com
El Salvador está entrando en un proceso similar al de Venezuela, en
el que el costo de defender la libertad va subiendo exponencialmente
hasta que se convierte en el costo de recuperarla una vez que se ha
perdido. Este proceso lo conocen muchos países, incluyendo, en
Latinoamérica, Cuba y Venezuela. Consiste en la gradual captura de las
instituciones clave por un grupo de políticos que van apretando las
tuercas del sistema poco a poco para no despertar una reacción muy
fuerte de la oposición hasta que ya ésta no tenga ninguna oportunidad de
triunfar. De esta forma, un país en el que la gente tiene todas las
libertades y puede cambiar sus autoridades cuando quiera se convierte en
uno en el que nadie puede hablar si no es en apoyo servil al régimen y
en el que el pueblo tiene que acomodarse a aguantar a dictadores
vitalicios que, pintándose como los representantes del progreso, son
realmente reyes más tiránicos que los que hubo en las épocas más negras
de la historia.
Durante el Siglo XX, la manera preferida de los partidos comunistas
para establecerse en el poder totalitario y eliminar la posibilidad de
oposición efectiva era la revolución violenta, porque permitía
pulverizar las instituciones y personas que daban forma a la sociedad
sin mayores atrasos. Así fue en Rusia y en China, y en todos los países
capturados por el comunismo en ese siglo. Al terminar la revolución, la
potencial oposición ya estaba muerta.
El caso de Cuba es muy ilustrativo. Allí, el derrocamiento de un
dictador, Fulgencio Batista, dio a Fidel Castro el pretexto para
destrozar al mismo tiempo las instituciones que daban estructura al país
y a las personas que las conducían, las primeras eliminando de entrada
el régimen legal y la organización del Estado, y las segundas llevando a
la elite del país al paredón o al exilio. La erradicación de la
potencial oposición, por medio del paredón, la cárcel, el exilio y la
intimidación para todos aquellos que no fueron muertos o encarcelados o
exiliados fue tan efectiva que los Castro se han mantenido como una
dinastía hereditaria en el poder por 55 años. Sumidos en la pobreza, sin
ninguna institución en la que pudieran cobijarse para defender sus
derechos, los cubanos no tienen ninguna posibilidad de librarse de los
Castro excepto esperar que, como en la Unión Soviética, el régimen se
consuma en su propia corrupción.
La globalización de las comunicaciones ha vuelto más difícil la
aplicación de esta receta. En Venezuela, uno de los pocos países en el
mundo que se ha movido hacia algo parecido al comunismo en el Siglo XXI,
el estilo en el que los chavistas conquistaron el poder total fue mucho
más gradual. Comenzó con el triunfo en unas elecciones libres, siguió
con la intimidación de la oposición para que no pudiera enfrentarse al
chavismo, luego con reformas a las leyes para que fuera más difícil
desalojar a los chavistas del poder, luego con más intimidaciones, y así
hasta que ellos se perpetuaron en el poder. Cada día que pasa el país
se empobrece más y, cayendo en la miseria, tiene menos fuerza y cohesión
para poder sacudirse a los tiranos. Si sigue así, llegará un día en el
que, como Cuba, ya no podrá hacerlo. En un espacio de apenas quince años
el sol se ha ido poniendo en Venezuela, que era uno de los países más
democráticos de América Latina hasta convertirse en el reino de la
obscuridad.
El Salvador está ya avanzado en este proceso. El FMLN ha ido tomando
las distintas instituciones del país hasta el punto que ahora sólo nos
queda la Sala de lo Constitucional como institución independiente.
Tenemos una oportunidad de oro en cuatro semanas para resetear la
situación y evitar caer en ese mundo en el que el costo de mantener la
libertad se convierte en el de recuperarla, que es miles de veces más
alto. No debemos perder esta oportunidad. ARENA debe volverse
propositiva, y el pueblo tiene que votar ahora que el único costo de la
libertad es ir a ejercer el voto.
POR MANUEL HINDS*Jueves, 6 de Febrero de 2014