Por: Anselmo Rubio Reyes
Desde hace seis días debió atracar en
Puerto Cortés, el barco que desde Etiopia, trae 45 mil quintales de
frijol rojo. Desapareció dijo Alden Rivera, secretario de Desarrollo
Económico. Lo que ha desbordado la preocupación de miles de familias
pobres, en cuya dieta es imprescindible el grano y que en los últimos
días lo han comprado con dificultad a precios estratosféricos.
Inalcanzable se ha vuelto el frijol y escaso. Al grado que se ha
pronosticado una hambruna que amenaza al país en los próximos días y que
ha encendido la alerta. Ya se han anunciado medidas mientras aparece el
barco fantasma. Las esperanzas están puestas en la cosecha de primera
que según el secretario de Agricultura y Ganadería, Jacobo Paz, ya
comenzó a salir.
Pero estas noticias no alivian la preocupación
del pueblo. La desconfianza se ha enraizado tanto. Y con el extravió del
barco con 50 millones de lempiras en frijoles, este sentimiento se
profundiza aún más. Y es que el caso parece un chiste. Pero de mal
gusto. En pleno siglo 21 con la tecnología digital que permite rastrear
una nave, incluso desde un teléfono móvil, es difícil entender como
Rivera no sabe que paso con el alimento vital para los hondureños.
La tendencia es pensar que se trata de un fraude más, como los casi
siete mil millones desaparecidos del Seguro Social en plena campaña
electoral. Lo que nos lleva a pensar que la seguridad alimentaria no
puede depender de las equivocadas decisiones del gobierno. O del rumbo
que marca el mercado neoliberal donde el consumismo es el rey. De allí
los grandes centros comerciales que dominan el paisaje y que son el
centro de las campañas mediáticas.
Honduras debe volver la
mirada al campo. A sabiendas de que las maquilas no son la solución
económica de mediano y largo plazo. Aun no estamos listos para producir
tecnología, así que la actividad agropecuaria sigue siendo la solución
para impulsar la economía mediante la generación de empleo, seguridad
alimentaria y el fortalecimiento de las exportaciones con miras de
atraer divisas y no depender de las remesas de sangre y muerte que
envían los indocumentados desde USA.
El 25 de julio era la fecha
clave. El barco de Etiopía debería tocar suelo hondureño luego de dos
largos meses de espera. Ojala llegue. Mientras, el gobierno debe dar
muestras de que en realidad quiere cambiar el país. Juan Orlando
Hernández sabe que el campo está quedando solo. No hay empleo y la gente
padece hambre y el hambre reproduce la violencia. El campo necesita
atención inmediata.
Un replanteamiento de la Ley de Modernización
Agrícola, que dio el traste con la Ley de Reforma Agraria, podría
ocasionar una distribución más justa en la tenencia de la tierra. Las
grandes concentraciones de tierra en manos de unos pocos terratenientes,
no dieron resultado.
La idea de los reformadores neoliberales
era que los ricos si pondrían a producir la tierra con sus recursos
económicos, pero se equivocaron. No hay frijoles para abastecer la
población. Y la seguridad alimentaria, que es un deber ineludible de
cualquier gobierno, quedo entredicho.
Los campesinos no
producían sus tierras por falta de financiamiento, una mediocre
asistencia técnica del gobierno, falta de sistemas de riego y sobre todo
por falta de mercados seguros para colocar sus productos. Hoy en día
siguen siendo víctimas de los coyotes, a vista y paciencia de los
gobiernos de turno, que hasta ahora enfilan sus baterías en contra de
los acaparadores.
Es Inaudito que en un país de vocación
agropecuaria haya desabastecimiento de granos de primera necesidad,
mientras Etiopía, una nación extremadamente pobre, tiene granos hasta
para vender. Pero la culpa la tiene el clima, esa es la canción y los
políticos saben que con una cancioncita se duermen las masas.
Ojala que el gobierno de Hernández, se enfoque en el diseño de una
política alimentaria eficiente para no depender de un barco, que
probablemente se hundió en el océano de la corrupción y la
incompetencia.
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