jueves, 25 de septiembre de 2014

SOÑAR NO CUESTA NADA

Por: Anselmo Rubio
 
La permanente crisis en que vive el país ha creado una rara clase social que navega entre sueños y encantos. Que al final se convierten en pesadillas. Sueñan que son millonarios y que, principalmente sus hijas, encontraran un millonario para casarse y sentir el orgullo de respirar el dinero del yerno rico y alardear con los vecinos y amigos.

 En una mezcla de sueños y realidad, las familias hacen milagros para mantener las apariencias y son capaces de pactar con el mero diablo para hacer creer a los demás que son ricos. Hay niveles. Unos Lucen sus mejores galas con prendas compradas en el agachón, presumen con vehículos comprados con préstamos y hacen el esfuerzo de educar sus hijos en centros privados.

Viven de una micro o un empleo y son estables mientras trabajan. Han invertido en darse algunas comodidades y generalmente habitan en casas compradas con créditos a largo plazo. Muchos alquilan y no permiten que sus hijos se relacionen con la gente del barrio o colonia, a quienes consideran plebeyos. Clasifican el vecindario y solo se relacionan con gente a quienes consideran dignos.

Otros viven de negocios o medianas empresas. En este orden sugerimos una pirámide normal. Cerca de la cumbre están los que se acercan a los millonarios. Comprometen hasta su conciencia y están hasta la pata con los bancos. En realidad no tienen nada, todo lo tienen hipotecado, pero conducen lujosos vehículos y se dan el lujo de viajar. Habitan casas parecidas a las de los millonarios y sus hijos se codean con la burguesía en costosas escuelas bilingües.

La idea es mantener las apariencias, “por si las de hule”, se pesca un millonario. En la base están los que han salido de la micro y ahora son pequeños empresarios o los que han subido en la escala salarial. Algunos son intolerables. 

Lograron crédito en agencias de vehículos y manejan un circulante que les permite soñar que son millonarios. Así se educan sus hijos compartiendo el encanto en escuelas bilingües de baja categoría.

Menosprecian a aquellos que consideran indignos para sus hijos e hijas u otros familiares cercanos, en espera de un merecido y acaudalado príncipe o princesa azul. Aunque viven en barrios y colonias de baja cuantía, se conducen en las nubes. Generalmente son víctimas de la hipocresía ya que pierden su propia identidad. No caben entre los ricos y famosos. Son despreciables ante los que se creen ricos, y caen mal ante los pobres que no toleran la soberbia.

La crisis, más que material es moral. Hay una incalculable pérdida de valores. En la lucha por alcanzar riquezas, se atropella los seres más queridos y se destruyen familias en su génesis, por que no pertenecen a la clase social imaginaria. Se educan hijos con antivalores. Crecen creyendo que son ricos. Al chocar con la realidad, caen en las garras del narcotráfico, prostitución, o cualquier actividad delictiva con el fin de continuar la farsa de un millonario.

No es malo pretender o tener bienes materiales, académicos o intelectuales que se deriven de una conducta sana. De hecho estamos obligados a luchar por la vida en el marco de una realidad objetiva, que nos permita construir una sociedad que prime los valores. En especial los valores familiares que son la base para exaltar la justicia y el amor hacia nuestro prójimo.

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