TITO ORTIZ
Uno de los mejores joyeros que he conocido. Un hombre
íntegro. Honrado a carta cabal. Inteligente y veloz.
Era 1983, necesitaba un joyero. Iba a comenzar a trabajar independiente.
Alguien me lo recomendó y fui a buscarlo. Él tenía su propio taller.
Su padre en los años 50-60 había tenido uno de los talleres de joyería más grandes que ha habido en Honduras,
Con veinte orfebres trabajando para él. De origen salvadoreño. De él heredó la velocidad. No sabía a qué edad había empezado a trabajar, nació en la joyería. Me contaba Oscar que su papá hacía joyería al por mayor. Para hacer una joya igual a la que estaban haciendo sus joyeros, les daba una mañana de ventaja y el al final del día terminaba la joya primero que ellos.
Lo primero que observé al conocerlo fue su amabilidad y un gran sentido del humor. Me dijo que él no podía ser mi joyero porque él tenía su propio taller. Sin embargo podía hacer mis trabajos sin ser mi empleado. Que quedara claro que yo estaba usando su taller. En ese momento un vecino le preguntó que si por favor le podía prestar el periódico y el con gran cortesía le dijo:"¡ Claro que no!" al mismo tiempo que me veía sonriéndose y cerrándome un ojo.
Llegó una cliente y le preguntó: don Oscar, ¿ya está listo mi Seiko? Cuando él le contestó que sí, ella le preguntó que cuanto iba a costar la reparación, a lo que él le respondió: veinticinco Lempiras. ¿Pero quedó bueno don Oscar? Dijo ella. El rápidamente le dijo: si lo va a querer bueno le va a costar treinta, muriéndose de la risa.
Eso sí, me dijo, los miércoles yo me emborracho. Al decirle yo que porque no se emborrachaba los sábados, él me contestó: ¿y ser irresponsable? ¡Los fines de semana son para la familia!
Ahora, si hay trabajo, yo no voy a tomar. Vamos a tener una clave, para que los clientes no entiendan. En vez de decir que ando en corte, vamos a decir que me voy para Cortés.
Comenzamos a trabajar. El lunes por la mañana me dijo: don Tito, el miércoles me voy para Cortés, pero si sale trabajo no me voy. El martes en la mañana me dijo: mañana me voy para Cortés. Yo le dije que se podía ir porque no había trabajo. Pero el miércoles a las seis de la mañana, una cliente llamó diciendo que tenía que casar a su hija esa noche y le urgía un par de anillos de matrimonio. Agarré el teléfono para llamar a Oscar que no se fuera para Cortés. Me contestó una voz desconocida. Le pregunté por Oscar y me dijo: el habla. Yo extrañado,dije otra vez: ¿Oscar? y él me contestó: Si don Tito, soy yo. Entonces le dije: Ya no se vaya para Cortés, salió trabajo. El con una voz que casi no se le entendía dijo: "Ya voy por Baracoa, salí desde anoche".
Uno de esos miércoles, llegué a su taller y estaba tomando de una botella cinta negra. Sonriente me ofreció un trago, eran las tres de la tarde, le dije que no, que tenía que trabajar, me rogó y tuve que tomármelo en contra de mi voluntad. Me prometió que de ahí en adelante nunca más me obligaría a tomar.
Otro miércoles, me dijeron que estaba en la pulpería de enfrente, tomando con unos amigos. Cuando entré a la pulpería me quedó viendo y le dijo a la persona que atendía el negocio: una banana y una semita para don Tito. Sabía lo que me gustaba.
Otro miércoles, de nuevo con sus amigos, unos ocho, Oscar pagaba siempre por todos, bebida y comida. Era gente súper humilde que andaban detrás de él para arriba y para abajo. Como Oscar era un hombre alegre, ponía música en las rockolas, y les pegaba sopapos en los brazos a los aleros y estos se tenían que dejar si querían seguir tomando gratis. Y Oscar me decía: es que no me gusta tomar solo. Conmigo era sumamente respetuoso y yo con él. En eso alguien le dijo: Oscar, ahí viene tu mamá. Y Oscar con voz de bolo le contestaba, que venga, es mi madre. Oscar, le decían, trae una faja en la mano. Oscar con voz de bolo contestaba, que me pegue, es mi madre. Doña Consuelo entró y Oscar le dijo: Pégueme! No se había dado cuenta de que no era una faja, era un cable de acelerador. Cuando le pegó el primer latigazo, Oscar pegó un grito y dijo: ahora a ellos mamá. Todos los bolos salieron en desbandada.
Otro miércoles que estaba bien bolo, me dijo en tono solemne (yo pensé, no importa que esté bolo, voy a poner atención) Don Tito, hay dos cosas importantes en la vida. Hizo una pausa, y con más solemnidad dijo: Usted y Yo!!!!
Su padre en los años 50-60 había tenido uno de los talleres de joyería más grandes que ha habido en Honduras,
Con veinte orfebres trabajando para él. De origen salvadoreño. De él heredó la velocidad. No sabía a qué edad había empezado a trabajar, nació en la joyería. Me contaba Oscar que su papá hacía joyería al por mayor. Para hacer una joya igual a la que estaban haciendo sus joyeros, les daba una mañana de ventaja y el al final del día terminaba la joya primero que ellos.
Lo primero que observé al conocerlo fue su amabilidad y un gran sentido del humor. Me dijo que él no podía ser mi joyero porque él tenía su propio taller. Sin embargo podía hacer mis trabajos sin ser mi empleado. Que quedara claro que yo estaba usando su taller. En ese momento un vecino le preguntó que si por favor le podía prestar el periódico y el con gran cortesía le dijo:"¡ Claro que no!" al mismo tiempo que me veía sonriéndose y cerrándome un ojo.
Llegó una cliente y le preguntó: don Oscar, ¿ya está listo mi Seiko? Cuando él le contestó que sí, ella le preguntó que cuanto iba a costar la reparación, a lo que él le respondió: veinticinco Lempiras. ¿Pero quedó bueno don Oscar? Dijo ella. El rápidamente le dijo: si lo va a querer bueno le va a costar treinta, muriéndose de la risa.
Eso sí, me dijo, los miércoles yo me emborracho. Al decirle yo que porque no se emborrachaba los sábados, él me contestó: ¿y ser irresponsable? ¡Los fines de semana son para la familia!
Ahora, si hay trabajo, yo no voy a tomar. Vamos a tener una clave, para que los clientes no entiendan. En vez de decir que ando en corte, vamos a decir que me voy para Cortés.
Comenzamos a trabajar. El lunes por la mañana me dijo: don Tito, el miércoles me voy para Cortés, pero si sale trabajo no me voy. El martes en la mañana me dijo: mañana me voy para Cortés. Yo le dije que se podía ir porque no había trabajo. Pero el miércoles a las seis de la mañana, una cliente llamó diciendo que tenía que casar a su hija esa noche y le urgía un par de anillos de matrimonio. Agarré el teléfono para llamar a Oscar que no se fuera para Cortés. Me contestó una voz desconocida. Le pregunté por Oscar y me dijo: el habla. Yo extrañado,dije otra vez: ¿Oscar? y él me contestó: Si don Tito, soy yo. Entonces le dije: Ya no se vaya para Cortés, salió trabajo. El con una voz que casi no se le entendía dijo: "Ya voy por Baracoa, salí desde anoche".
Uno de esos miércoles, llegué a su taller y estaba tomando de una botella cinta negra. Sonriente me ofreció un trago, eran las tres de la tarde, le dije que no, que tenía que trabajar, me rogó y tuve que tomármelo en contra de mi voluntad. Me prometió que de ahí en adelante nunca más me obligaría a tomar.
Otro miércoles, me dijeron que estaba en la pulpería de enfrente, tomando con unos amigos. Cuando entré a la pulpería me quedó viendo y le dijo a la persona que atendía el negocio: una banana y una semita para don Tito. Sabía lo que me gustaba.
Otro miércoles, de nuevo con sus amigos, unos ocho, Oscar pagaba siempre por todos, bebida y comida. Era gente súper humilde que andaban detrás de él para arriba y para abajo. Como Oscar era un hombre alegre, ponía música en las rockolas, y les pegaba sopapos en los brazos a los aleros y estos se tenían que dejar si querían seguir tomando gratis. Y Oscar me decía: es que no me gusta tomar solo. Conmigo era sumamente respetuoso y yo con él. En eso alguien le dijo: Oscar, ahí viene tu mamá. Y Oscar con voz de bolo le contestaba, que venga, es mi madre. Oscar, le decían, trae una faja en la mano. Oscar con voz de bolo contestaba, que me pegue, es mi madre. Doña Consuelo entró y Oscar le dijo: Pégueme! No se había dado cuenta de que no era una faja, era un cable de acelerador. Cuando le pegó el primer latigazo, Oscar pegó un grito y dijo: ahora a ellos mamá. Todos los bolos salieron en desbandada.
Otro miércoles que estaba bien bolo, me dijo en tono solemne (yo pensé, no importa que esté bolo, voy a poner atención) Don Tito, hay dos cosas importantes en la vida. Hizo una pausa, y con más solemnidad dijo: Usted y Yo!!!!
Un miércoles, me operaron y estaba yo en el Hospital Cemesa. Llegó de visita
con sus tragos. Allí estaban mis papás. Quedó viendo alrededor y me dijo: aquí
es bien triste, le traigo mariachis? Luego queda viendo a mi papá y me pregunta
quedito: ¿quien es él? Yo contesté: mi papá. Entonces Oscar haciendo una
postura como de fisico culturismo me dijo : pero está.... (Haciendo el gesto
con los brazos encorvados y sacando el pecho hacia adelante). Me vuelve a
preguntar: ¿quien es él? Le contesto de nuevo: mi papá. Entonces me dice: pero
está.... Y vuelve a hacer el mismo gesto, como diciendo está mulín. Me vuelve a
preguntar: ¿quien es el? Mi madrastra ya para pararlo, abrazó a mi papá y le
dijo a Oscar: verdad que es bien guapo él. Entonces Oscar la quedó viendo bien
serio y le contestó: No exageremos señora.
Tenía un ayudante, Caporales. Caporales era bajito, delgado y jorobado. Una vez
Caporales estaba puliendo una cadena de un cliente y se le enredó y se le
reventó. Entonces Oscar se paró detrás de él y cerrándome un ojo me preguntó
que hacía, yo cerrándole el ojo le dije que lo despidiera. Entonces Oscar sin
tocarlo recorrió el contorno de la joroba con su mano en el aire y me dijo: no
lo puedo despedir, adonde voy a encontrar otro como este.
Si había cosa que le gustaba, era comer bien. Digamos por la mañana como a las
diez, su esposa le llevaba carne de cangrejo ya sacada pero en su concha y
mientras trabajaba comía y con la misma pinza que usaba para trabajar sacaba
las aceitunas rellenas del bote.
En el grupo de amigos había uno que era propietario de un troco (carreta con
timón). Pues el gusto de Oscar, cuando ya estaba bolo, era meterse adentro de
la carreta y que los demás lo empujaran a toda velocidad por la tercera
avenida, la calle del comercio. La más transitada de la ciudad.
Mientras más
rápido avanzaba el troco, más grandes eran sus carcajadas.
Una mañana que llegué al taller, Ney su esposa me dijo: ay don Tito, talvés a
usted le hace caso. Ha pasado toda la santa noche sentado en ese banquito, en
medio del taller, sin pronunciar palabra.
(El banquito era miniatura, viejo, manchado de diferentes clases de pinturas,
agujereado, que había que hacer equilibrio en el porque las cuatro patas
estaban flojas)
Entonces Ney le dijo: Oscar, por favor componete. Mirá que aquí está don Tito.
Oscar le contestó: Desde chiquito he tratado de "Componerme" pero no
se puede.
Un 24 de Diciembre a las 9 de la noche que terminamos de trabajar,
muriéndonos del hambre fuimos a buscar comida a todos los restaurantes y todos
estaban cerrados.
Gilda mi esposa, dijo que ella iba a cocinar cualquier cosa pero que le
lleváramos el regalo de navidad a Oscar de Jesús, su hijito, Yo le dije que
comiéramos antes, pero ella insistió en llevar el regalo primero. Salió Ney, la
esposa de Oscar y nos dijo, como ustedes tienen de todo, yo no hallaba que
darles y solo les tengo esta gallina rellena. Nos fuimos felices a la casa,
pusimos el mantel de navidad y comimos delicioso.
Oscar es una persona sumamente agradable, es de mi edad, de mi estatura y de mi cintura.
Oscar es una persona sumamente agradable, es de mi edad, de mi estatura y de mi cintura.
Hace ya veinte años que su madre y sus hermanos que son joyeros y ciudadanos de
Los Estados Unidos le mandaron la residencia a Oscar. Él no se quería ir, pues
en Honduras vivía como un rey. Casa propia, buena comida, negocio propio,
disfrutaba su trabajo y montones de amigos. Ney su esposa, bastante menor,
buena mujer, buena esposa y buena madre, fue visionaria y sabía que Oscar
siempre iba a tomar si seguía viviendo aquí. Entonces le dio un ultimátum, si
él no se quería ir, se iría ella con sus niños. Oscar tuvo que irse. Viven en
New York. Fue una bendición irse. Oscar no volvió a tomar, excepto en navidad,
que su hijito Oscar de Jesús, aquel niñito, un hombre ya, Ingeniero, casado y
Gerente de la compañía Kerns de salsa de tomate, con base en San Diego,
California, llega a pasar la navidad con sus padres. Es un gran hijo. Muy
cariñoso y les ayuda cuando Oscar se lo permite.
Todos los hijos sacaron notas
brillantes en la universidad. Todos son profesionales. Oscar nunca volvió a
Honduras, pero no es que ya olvidó su patria sino que dice que el dia que ponga
un pie aquí, aquí se queda. En estos veinte años, jamás he comprado un par de
zapatos, son incontables los pares de zapatos Florsheim que me ha mandado.
Siempre estamos en contacto con mi amigo del alma y su esposa Ney.
Nota: Caporales llegó a visitarme una vez a la joyería, me contó que
muchos de los amigos de parranda de Oscar habían muerto ya. Que a los que
quedan todo el tiempo les manda ayuda económica y ropa. Incluyéndolo a él. Yo
por bromear le dije que una vez había hablado por teléfono con Oscar y que me
había contado "todo" de cuando parrandeaban, Caporales todo nervioso
me dijo: "pero eso solo fue una vez, se lo juro, y es porque andaba
bolo". Caporales hacía el mejor encurtido del mundo. Caporales ya murió,
que en paz descanse.
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