Por: Edmundo Orellana
La causa principal de lo que está aconteciendo en el país es su inconstitucional proyecto continuista que su terquedad está llevando a límites que cualquier persona juiciosa habría evitado por el peligro que entraña.
Lo que nace mal termina mal, Señor Presidente. Su candidatura es producto de una violación a la Constitución de la República, ejecutada con todos los agravantes. La preparó con tiempo, violando la Constitución cuantas veces fue necesario; sedujo a sus correligionarios y estimuló los apetitos de los más venales adversarios para que le ayudasen en el nombramiento de un Fiscal que no se opusiese a ninguna acción a favor de su candidatura y de una Sala de lo Constitucional dispuesta a emitir sentencias “a la carta” y, posteriormente, de una Corte Suprema de Justicia complaciente, cuya Sala de lo Constitucional ratificase lo que sea necesario para asegurar su candidatura; y, adelantó nombramientos en el TSE, para prevenir sorpresas electorales. Asegurado el sistema de justicia, procedió a diseñar el modelo que le permitiría defender con las armas su candidatura, reprimiendo a los que protestasen y, a este efecto, creó la PMOP.
Hasta aquí, Señor Presidente, la cuestión es de valores y principios, que poco o ningún peso tienen en el universo poblado de intereses personales, grupales y empresariales en el que usted habita. Sin embargo, llegó el momento en que la población percibió que esa travesura suya, de impúdica esencia, pero sin efectos visibles, comenzó a convertirse en un problema real, cuando se percató que el férreo control que usted ejerce sobre las instituciones estatales tiene efectos negativos en sus relaciones jurídicas, en sus vidas personales y hasta en su futuro.
Se enteraron los hondureños que ninguna institución podía poner límites a sus abusos. Que el Congreso legislaba al ritmo de sus caprichos, incluida la oposición, sin atender sus reclamos; que el sistema de justicia no funciona cuando al Presidente no le conviene; y, que la policía atiende lo que se enmarca dentro de las prioridades del Presidente.
En este esquema, no solo los pobres, vulnerables en todos los sistemas, son las víctimas, ahondando más sus miserias, sino también los empresarios a quienes ha sometido a una persecución fiscal indiscriminada, siendo los micro y pequeño empresarios las primeras bajas de esa guerra sin cuartel contra la inversión local, agravada con la sospecha de que, en lugar de incentivar la inversión en general, se está privilegiando un grupo de elusiva identidad con propósitos de sustituir, en algunos rubros, a los empresarios ya establecidos.
La disposición de los recursos financieros con ausencia total de transparencia y en perjuicio de la buena administración, amparado en la ley de secretos estatales, fuente de corrupción sin precedentes en nuestra historia, es una disfunción más consecuencia de la concentración de poder en sus manos. Ni siquiera los gobiernos más corruptos se atrevieron a apelar a este recurso.
En seguridad, Señor Presidente, contrario a lo que usted sostiene que hay más protección para la ciudadanía, yo lo invito a que pregunte a cualquier ciudadano de a pie si se siente seguro en la calle.
Su inconstitucional proyecto continuista, Señor Presidente, ha empeorado este panorama desolador que es Honduras, campeona de los últimos lugares en los ranking mundiales, provocando desconfianza absoluta en el TSE, envileciendo el proceso electoral y generando la percepción general de que los votos que últimamente se le han adjudicado son fraudulentos.
Esa terquedad suya de retener el Poder, además, está causando severos daños a la economía del país, por el vandalismo cuya responsabilidad, dice su gobierno, es de las turbas descontroladas y la Alianza de infiltrados del gobierno, en todo caso se percibe como una reacción de desahogo, brutal y censurable, por lo que el pueblo entiende es una deliberada y fraudulenta maquinación para despojar de la victoria a su contendiente de la Alianza, y la represión desatada por su gobierno ya causó las primeras victimas mortales en prometedores jóvenes cuyo delito es participar en lo que creen es un atropello la dignidad de la nación.
Señor Presidente, la prueba de que usted. no es el mejor estadista y que su gobierno no es tan bueno como usted pregona, con el lema “lo bueno debe continuar”, es que el pueblo no votó masivamente por usted y sí por sus diputados.
Su capricho de retener el Poder, Señor Presidente, amenaza con destruir la economía del país y provocar una masacre entre la población desarmada. Lo banal y transitorio reclamando imponerse sobre lo fundamental y permanente.
¿Cómo quiere que lo recuerde la historia, Señor Presidente, como a Gálvez o como a Carías Andino? Usted tiene la palabra.
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