Por TITO ORTIZ
Ingeniero Civil Roberto Núñez
El era mi tío Tatío, hermano menor de mi madre.
Cuando yo nací él tenía 20 años de edad. Que gratos los recuerdos que guardo en mi memoria de la relación que tuvimos Tío-Sobrino. El era el Rey de los apodos. Me llamaba Tin Marín. Mi hermano Reniery era Machetero y Orlando Picudín. Me encantaba estar con él. Siempre ponía atención a lo que yo le decía y sentía yo que mi compañía le gustaba. Su casa estaba al par de la nuestra en el Barrio Buenos Aires.
En 1955, cuando estaba estudiando en la universidad me llevaba a su cuarto de estudio y me daba permiso de sentarme en aquel alto banco y de tocar todo lo que estaba en aquella gran mesa inclinada de dibujante, como la lámpara giratoria, papeles, lápices, sacapuntas grande con manivela, borradores, marcadores, regla T y las triángulares, así como las que tenían letras. Pasábamos horas juntos. A veces, los domingos, me llevaba a pescar a la Laguna del Pescado. Solo íbamos los dos y nos dábamos grandes platicadas. Cuando yo estaba de vacaciones en la escuela, en segundo grado y él trabajaba como Mecánico de Aviación en el aeropuerto, me llevaba de vez en cuando a pasar todo el día con él y me ponía como trabajo, a limpiar herramientas con gasolina de avión de alto octanaje (Como me gustaba ese olor) y me emocionaba sentarme a su lado en la cabina del aquellos aviones DC3, con aquel montón de relojes en el tablero y viendo como giraba el timón solo enfrente mío, cuando movía aquellos grandes aviones entre los hangares, haciendo un ruido ensordecedor. Mi papá y mi tío Tatío construyeron el mejor barrilete que he visto en mi vida. Medía dos metros de altura. Las varillas eran de aluminio y en vez de papel llevaba tela de paracaídas (Seda). Se tenía que volar con lazo en vez de cabulla y a veces se necesitaban dos hombres para volarlo. Le pusieron foquitos en todo el contorno, con baterías para iluminarlo. Era un espectáculo verlo volar en las frías y oscuras noches de nuestro querido barrio.
Mi tío aprendió mecánica de Aviación con su padrastro, mi abuelito Mister Eddy Springer, quien fue el jefe de mantenimiento de Taca desde su fundación. El se vino a Honduras con el Sr. Lowell Yerex en 1930.
Mi tío comenzó a trabajar como ayudante, cuando mi abuelito se lo llevó a Puerto Cabezas, Nicaragua en 1940 y desde que era un adolescente de 12 años, demostró su gran habilidad para la mecánica, su responsabilidad en el trabajo y su gran inteligencia. Luego se fue a trabajar a Costa Rica, siempre con Taca. Toda la vida consideré a mi Tío Tatío como un hombre ejemplar.
Para mi era un orgullo ser su sobrino. Falleció un 17 de marzo, hace 36 años. Tenía 54 años. Tuvo 5 hijos: Marisabel, Laura Ester, Eunice, Roberto y Ana Alicia. Con Alma su esposa, siempre estamos en contacto. Decidí escribirles a mis tías, sus hermanas menores, contándoles que quería escribir acerca de mi tío. Mi tía Laura, de profesión enfermera, me cuenta como era tenerlo de hermano mayor. Era estricto pero bondadoso y la trataba con mucho amor. Él le enseñó a leer antes de entrar a la escuela. Ella lo consideraba como un hombre brillante. Recuerda con ternura cuando viajaban juntos de Nicaragua a Honduras en aviones de carga sin asientos. Y cuando se fueron a vivir a los Estados Unidos en 1948, él les compró su primera televisión. Eran carísimas, costaban $300 de aquel tiempo. La pantalla medía 7 pulgadas y se les ponía un lente enfrente para ver de mayor tamaño las películas. Le puso de apodo Laurucha.
Mi tía Ana, que vive en Australia, prefirió escribirme una carta que la pueden leer a continuación:
Querido Tito,
Gracias por darme esta oportunidad para poder hablar un poquito de los recuerdos que tengo de mi querido hermano, Tatío
Lo que más tengo en mi memoria es cuando vivíamos en Costa Rica en 1947-1948. Él trabajaba en el aeropuerto como mecánico, con Mister Eddy, él y Yofo también. Eso es lo que yo recuerdo, pero no estoy muy segura puesto que yo sólo tenía tres o cuatro años. Pero lo que más me impresionó de mi hermano---él era 16 años mayor que yo--es que casi siempre que regresaba a la casa después del trabajo, venía a saludadarme y me llamaba Bodoque o Bodoquín porque era gordita. Siempre decia, ¡Ajá Bodoque, como estás! con cariño y casi siempre me daba un confite. Especialmente me acuerdo cuando de una vez que estaba enferma y en cama, lo alegre que me sentía cuando él venía al cuarto sólo para verme.
No me acuerdo mucho por ser tan chiquita y nos fuimos a los Estados en diciembre de 1948 y no lo volví a ver hasta una tarde en una casa que estábamos alquilando en Long Beach.
Yo tenía, creo que seis años, y estaba jugando de "secretaria" en el porch y derrepente miré hacia arriba y ví un camión, me pareció que era el camión que nos traía los grandes bloques de hielo que usábamos para enfriar la refrigeradora, y del camión salió por detras un muchacho con pantalones estilo 'slack' y camisa colór beige o crema, manga larga, con las mangas volteadas, y agarrando un sueter con una mano. Me sorprendió mucho ver a ese muchacho, porque al principio no reconocí su cara. Pero cuando lo recordé sentí gran gozo. El saltó del camión y
su abuelita salió feliz de la casa. Tenía tanto tiempo sin ver a su hijo. Era una linda sorpresa.
No me acuerdo mucho, pero me parece que alguién le había dado "ride" en avión
desde Washington, D.C. donde había estado sacando su licencia de Técnico de Mantenimiento de Aeronaves con la Dirección General de Aviación Civil.
Les contaba emocionado a mi mami y a mi papi que había ido a la venta "Black Friday", el día después de Thanksgiving, famosa por los 'sales' donde vendían las cosas baratísimas, y en especial recuerdo que él decía que las máquinas de escribir las vendían casi gratis.
Después me acuerdo cuando yo tenía 10 años y en un viaje a Honduras, hice escala en San Salvador. Tatío estaba trabajando en el aeropuerto en San Salvador y la aeromoza me llevó desde el avión hasta la oficina donde estaba él. Al poco tiempo, se presentó una secretaria muy 'petite' y bonita, suave y cariñosa que se hizo cargo de mí hasta que llegó la hora en que tenía que salir para Tegus. Jajajajaja. ¡El bandido! Creo que la muchacha estaba interesada en él. Luego él me llevó al avión y se despidió de mí en las escaleras.
No tuve mucho que ver con él hasta ser teenager cuando él llevó a sus hijas Marisabel y Laura Ester a Long Beach. Me acuerdo porque yo tenía 18 años, con novio, y las muchachitas siempre me espiaban cuando venía a verme "Mike" y se morían de la risa cuando al fin me daba cuenta que las bandidas estaban escondidas detrás del sofá viéndonos besar!
También lo ví cuando vivía en Cerritos, California. Fué con su esposa Alma a cenar a mi casa, pero poco me acuerdo de ese tiempo.
La última vez que lo ví fué en 1979 cuando fuí a Honduras con mi hijo Vincent de 6 años. Pasé mi cumpleaños ahí en casa de Etna de Fortín y él me trajo un bello ramo de flores de regalo, que me tocó el corazón. Me puse un poco "bolita" (to put it mildy!!!! jajajajaja) y con los tragos se me soltaron las palabras cuando mis inhibiciones fueron removidas y Dios me dió la oportunidad de poder decirle a mi hermano CUANTO lo quería, como aprecié tanto el cariño que él me había dado cuando yo era niña y le dí un gran abrazo. Fué la última vez que lo ví vivo.
No convivímos mucho tiempo juntos por la diferencia que teníamos en la edad, pero nos quisimos tanto. Nunca lo olvidaré.
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