Aceptémoslo, este abominable aborto de EE.UU., primero en el mundo de la era Trump, no deberá repetirse jamás en nuestra historia, esta cosa no terminará en playa feliz para muchos criticastros que disfrazan de ciencia analítica su moralidad fabularia, vulnerable, se va cayendo a pedazos con “cuatro años más”. Son como bacterias, constante amenaza, que pronto mueren fuera del medio que las revitaliza, ¿Cuántos períodos más? cincuenta ha dicho el oráculo de Gracias, que nada cambie o que cambie para no cambiar nada, el cómplice en el Congreso y en la Corte, un Batson en el fraude o un profesor cazando bolas de humo en el Tribunal de Cuentas; los poderes en un puño; la riqueza, la justicia, la vida de la población y el rumbo de Honduras en manos de un gabinete alterno en la sombra, bien premiado y educado, armado con cuadros de todos los sectores de la sociedad para planificar, concentrado en cada detalle del sistema, como hábil relojero activando con precisión los tiempos del crimen y de la ley que aceitan la maquinaria criminal del Estado.
Insistir con ese modelo eso es locura, ya no funciona, y entre fantasmas no nos pisamos las sábanas, ya pocos creen que el cardenal es buena persona; la prensa tradicional influye, pero no determina el pensamiento ni las grandes decisiones del pueblo hondureño; el presidente está más desacreditado que Evelio, Juan nunca ganó una elección, jamás fue líder de masas, ni del partido, le tienen miedo y se ríen a sus espaldas, y si piensan que tienen el Ejército en las calles y a los gringos para que los salven del castigo popular, deben considerar esta voz inteligente que ha caminado en sus espacios académicos y políticos: “El pueblo debe ser convocado a una verdadera insurrección nacional, las marchas son buenas, pero sólo con marchas lo único que lograremos es llegar a la quinta toma de posesión de JOH”, lo escribió el lúcido jurista Edmundo Orellana. No justifiquen su ceguera con que está loco o resentido, bien les vendría repensar sus tesis y cuidar el futuro de sus familias.
Las últimas elecciones convencieron que con ustedes el voto no vale, es burla, que es pérdida de tiempo y abuso, el 26 de noviembre la urna pasó a basurero, las elecciones son pendejada dice el barrio, y esa es la razón tardía para que los monaguillos del acusado de la Maccih, Mauricio Oliva, digan que no volverán a robarse los triunfos, que aprobarán reformas anti fraude en el nuevo y burlesco Congreso del viejo Oliva.
El equipo que busca salvar a JOH y su esquema de gobierno insiste en un error que puede ser fatal, asume que cada quien tiene su verdad, ven la crisis del país como una pugna entre Juan y Salvador, o desde la envidia que sienten cuando la multitud sigue a “Mel”.
¿No escuchan el silencio profundo de estos días y noches frías? Miren ese dolor, esa ira, esa frustración, ese desprecio con que han alimentado al pueblo; si sus proyectos están en Honduras, no desestimen que contemplan sus actos que dañan la sociedad, millones los conocen; funden su diálogo –si quieren— en la mayoría que está lejos de sus salas, que la hipocresía no los ciegue en la amenidad de la mesa con los tradicionales círculos de poder.
La crisis política en el país es antigua, el síntoma social de los últimos dos meses es profundo, no ocurría desde hace medio siglo; el pueblo supo una lección clave, que tendrá que pasar por encima de los militares, hoy cayeron al menos 40 civiles con piedras en la mano, la próxima será una lucha superior, pues de eso se trata, de la lucha por el poder.
EDITORIAL DE EL LIBERTADOR
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